*Vicisitudes del Hermano Pedro en Guatemala
El escenario donde realizó su labor el Siervo de Dios fue Santiago de los Caballeros, hoy Antigua Guatemala, ciudad situada en el Valle del Tuerto o Panchoy, de ocho leguas de circunferencia. En el año 1650 tenía esta ciudad unos 60.000 habitantes, siendo el tercer núcleo urbano de América, después de Méjico y Lima. Capital de la Capitanía General de Guatemala, la cual comprendía la Península de Yucatán Mejicana y América Central. Por las ruinas actuales se adivina su antiguo esplendor de ciudad formada por 16 barrios, 32 iglesias, unas 60 calles rectilíneas trazadas por el Ingeniero Juan Bautista de Antonelli. Por su infinidad de palacios y monumentos fue proclamada en la octava Asamblea del Instituto Panamericano de Geografía e Historia, Monumento de América.
En esta floreciente ciudad, se estableció nuestro humilde paisano, alojándose en casa de Pedro Armengol, con quien trabajaba en el oficio de tejedor, como en La Habana. Su religiosidad rayana en el misticismo, le inclinó a realizar los estudios eclesiásticos, pero le falla la memoria para aprender el latín. Dice Francisco Antonio de Montalvo en su obra “Vida admirable y muerte preciosa del Venerable Hermano Pedro de San José Bethencourt” como ya dijimos anteriormente, “era en la devoción águila y en las letras topo”. El 10 de Enero de 1655, Pedro renuncia a sus estudios solicitando entrar en la Orden Tercera Franciscana, viste el hábito el 14 del mismo mes.
Hermano Pedro fue encargado de las obras y custodia de la capilla de “El Calvario”, que llevó a feliz término. Esta llegó a ser uno de los santuarios más concurridos y venerados de América Hispana, gracias a su custodio Pedro de Bethencourt. Aquí creó la costumbre devota del rezo del Santo Rosario en procesión que se extendió a España por obra de Fray Pedro Ulloa, llegando a practicarse en todo el Mundo Católico. Así mismo creó la Procesión del Silencio, y muchos rezos piadosos.
En el Calvario plantó Hermano Pedro el árbol denominado “esquisúchil”, que aún hoy existe, atribuyéndole el pueblo virtudes curativas a sus hojas y flores.
Teniendo Hermano Pedro gran devoción por San José o para imitar a su posible pariente Fray Luis de San José Betancur, franciscano canario muerto en Guatemala años antes de llegar allí Hermano Pedro, solicita el Venerable Hermano del Obispo Fray Payo de Rivera, le permitiera denominarse en lo sucesivo Pedro de San José Betancur. Fray Payo de Rivera despacha una cédula, concediéndole tal denominación.
Algunos años después de su estancia en el Calvario comienza nuestro paisano una gran epopeya de caridad, con tres inválidos desheredados de la fortuna; un negro, un enfermo de perlesía (Marquitos) y una anciana llena de llagas, María Esquivel.
Al morir esta última, compra Hermano Pedro la choza de paja y la parcela de terreno circundante donde habitaba. Se establece en ella, destinando una parte a oratorio donde entroniza una imagen de la Virgen Nuestra Señora de Belén. Compra algunas camas y las coloca en las demás habitaciones, completándolas con las que la caridad pública le donó. Destinaba las mencionadas camas para alojar forasteros y estudiantes pobres, sacerdotes ancianos y enfermos, peregrinos, convalecientes, etc.
De noche la choza servía de dormitorio y por las mañanas, recogidas las ropas y camas, estas se convertían en asientos y mesas para los niños. Las niñas daban clase por la mañana y los niños por la tarde. En esta institución tenían albergue los pobres, enfermos, desvalidos, niños huérfanos y abandonados sin ninguna discriminación de razas.
Hermano Pedro hacía con los niños de padre y de madre, los limpiaba, remendaba sus ropas, le daba otras cuando las que tenían estaban muy viejas, etc.. Todas las mañanas repartía comida a la puerta de su institución, luego llevaba un gran cántaro de comida para repartir entre los enfermos de los hospitales de San Lázaro y San Alejo y a la vuelta iba recogiendo lo que le daban, terminando en su escuela dando el desayuno a sus queridos niños. Diariamente daba de comer a más de 300 personas. También atendía a los moribundos, confortándoles y ayudándoles a bien morir, cuando faltaba un sacerdote. A los muertos pobres les sufragaba los gastos de entierro y ayudado por los hermanos de su congregación los enterraba, finalmente regaba con sus lágrimas la tumba. Los jueves los dedicaba el Siervo de Dios a visitar los hospitales y cárceles adonde acudía con gran cantidad de provisiones que repartía entre los enfermos y encarcelados, además de confortarles y darles buenos consejos. Un día a la semana acudía al fondo de las minas para socorrer a los obreros y esclavos, tanto material como espiritualmente.
En su hospital, fue su primera enferma una anciana negra, impedida, antigua esclava abandonada por sus amos.
La institución de beneficencia creada por el Siervo de Dios, por sucesivas ampliaciones y mejoras a medida de las necesidades, llegó a ser un verdadero complejo de caridad.
Hermano Pedro puede considerarse como precursor de los Colegios Mayores, fundador del primer Hospital de Convalecientes del Mundo y de los primeros colegios gratuitos para niños de América y así mismo de las instituciones benéficas para sacerdotes, enfermos y ancianos. A su iniciativa se debe la obra del Hospital del Señor San Pedro en Guatemala, para sacerdotes.
Creó dos ermitas de las Ánimas, a la entrada de la ciudad de Antigua. Más tarde se extienden por toda América española la costumbre de edificar ermitas de las Ánimas a la entrada de las poblaciones de alguna importancia.
Pidiendo limosna continuamente intenta mejorar su complejo benéfico de asistencia social y docente, no pudiendo ver su obra terminada debido a su temprana muerte a los 42 años de edad, el 25 de Abril de 1667.
Al morir Hermano Pedro, la multitud acude atropelladamente a ver por última vez a su gran benefactor, teniendo que proteger el lugar donde se encontraba el cadáver, la fuerza pública, dada la gran avalancha humana que pretendía entrar en la estancia donde se encontraba; el pueblo al no poder entrar por la puerta, intentó hacerlo por las ventanas y muros que podía escalar. Pretendían principalmente reliquias del Siervo de Dios. Algunas de sus prendas fueron deshechas con este objeto, dada la gran veneración popular que en Guatemala tenían por Hermano Pedro.
El Obispo Fray Payo de Rivera (que había dado cuanto tenía al Siervo de Dios para que con ello socorriera a los pobres) reverente se acerca al cadáver del Hermano Pedro y juntando su rostro con el de él dice: “¡Oh Pedro!, ¿quién ocupará tu lugar?”. Han pasado más de tres siglos y aún no ha habido quien sustituya allí al Siervo de Dios en su epopeya de caridad. En parte sólo lo consiguió la Orden Behtlemita.
*Raúl Fraga Granja, “Biografía de un tinerfeño ilustre: El Venerable Hermano Pedro”.
Imagen del Santo Hermano Pedro (Parroquia de la Santa Cruz del barrio de Lomo de Mena, Güímar), del escultor Carlos Rodríguez Díaz. Foto de Lute Déniz.
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Festividad de San Pedro de San José Betancur (Hermano Pedro), primer santo de Canarias
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